La pasada noche del sábado, asistí a la representación de la obra 'No hay burlas con el amor' que, dentro de la programación de Los veranos de la villa, tuvo lugar en los jardines del Galileo, en Madrid.
Se trata de una comedia de enredo de nuestro Calderón de la Barca llena de chispeante ingenio, de picardías, de travesuras, de guiños, que se acentúan más en la adaptación, con detalles muy actuales, realizada para la ocasión.
La verdad es que me reí y disfruté como un enano rodeado de mi familia.
Hay un algo en este tipo de obras, desenfadas, picaruelas pero en el fondo comedidas y respetuosas, un algo de alegría sana, de diversión inocente, de gozo limpio, que me encanta. Una alternativa alegre, sana y, además cultural, a tanta diversión ruidosa, tonta o agresiva.
Lleva camino de convertirse en una tradición veraniega esto de acudir al teatro al aire libre (ya conocí las representaciones que tenían lugar en la muralla árabe). Pero es que poder disfrutar de este feliz esparcimiento en medio del caluroso Julio madrileño, es casi como un sueño, y ya que de teatro hablamos, sería, con permiso del dramaturgo inglés, el sueño de una noche de verano.
Mundo Azul
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Hace 3 meses