Después de estar más o menos dos años en el dique seco, por razones, como suele decirse, ajenas a mi voluntad, he retomado recientemente la práctica del padel, un deporte que supuso para mi un descubrimiento de diversión, una forma sencilla y de bajo riesgo de recordar lo que era competir y de volver a gozar de la sana camaradería que suele rodear a la práctica deportiva.
Disfruto mucho, sí pero... ¿ he dicho bajo riesgo ? Mi cuerpo parece no estar muy de acuerdo y empieza a negarse a acompañarme en el goce. Quizá por un exceso de entusiasmo en el esfuerzo, o quizá por un exceso de años que, digan lo que digan, pesan tanto o más que los kilos, el caso es que acumulo dolores, cardenales, rasguños, pequeñas lesiones. Me duele el hombro por intentar hacer un derroche en algunos mates; me duelen la cadera y la muñeca por un par de caídas casi consecutivas; tengo un tirón en el muslo por intentar una volea imposible...
He vuelto al padel.
¡Ay! ¡Cómo disfruto !
Mundo Azul
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Hace 1 mes