domingo, septiembre 28, 2008

Poesía de alquiler

Cae la noche en Madrid. Regreso del trabajo cansado, pensativo, ausente.

Subo al metro y, al instante, llama mi atención un hombre maduro, alto, de barba entrecana, que hace gestos extraños y viste una ropa desastrada, inadecuada, extravagante. Tiene su mirada algo ida y despistada y, sin embargo, hay en su continente y en sus ojos un extraño toque de nobleza que desmiente en parte la primera impresión.

No puedo evitar mirarle de hito en hito. Y cuando se cierran las puertas del tren, el hombre abandona sus extraños gestos y comienza a entregar a todos los pasajeros un papelito.

Asumo que se trata, simplemente, de un mendigo a quien las circunstancias han arrastrado, seguramente, a una situación dura, difícil, disonante con su aparente nobleza. Pienso en un papelito que glose sus desgracias y suplique una ayuda.

Al fin alcanza mi posición y me entrega uno de los papelitos. Y veo que no se trata de un ruego, de una súplica...o al menos ésta se presenta bajo otro disfraz.

Lo que tengo en mis manos es poesía, un poema de amor mal tipografiado pero que no me parece carente de sentimiento y calidad. Quisiera leerlo despacio, saborearlo, e intentar apreciar si el texto que sostengo entre mis manos tiene algún valor literario. Pero las reglas del juego marcan otra cosa. El tren se acerca a la siguiente parada y el hombre de la barba entrecana ya se acerca hacia mí mientras recoge con mirada triste y agotada, los papelitos que ha entregado a otros pasajeros.

Busco rápido en mi cartera y le entrego una moneda. Quisiera quedarme con el papelito... pero no me atrevo. No se trataba de una venta, sino de un alquiler.

El hombre sale del tren que prosigue su viaje conmigo a bordo. Mientras observo el oscuro tunel que se desliza en el exterior de la ventanilla me pregunto si acabo de ¿ ayudar ? a un mendigo, a un pícaro o a un poeta.

Mundo Azul

2 comentarios:

ralero dijo...

Seguramente a un ser humano y más por esa moneda por haber atendido a los sentimientos vertidos en ese papel como lágrimas.

Un abrazo.

Ignacio G.R: Gavilán dijo...

Rafa,

Me alegro mucho de verte por aquí.

Probeblamente tengas razón. Otras disquisiciones aparte, a quien ayudé, suponiendo que lo hice, era, eso sí que es seguro, un ser humano con algún tipo de necesidad que habría que ver si era material, espiritual o ambas.. Pero que alguna necesidad tenía es también bastante probable.