Hace unos días, José Manuel Calderón, el jugador español de los Toronto Raptors, se convirtió en el jugador en activo de la NBA que más tiros libres seguidos ha encestado sin un solo fallo en la temporada regular, alcanzando la friolera de más de setenta lanzamientos convertidos de manera consecutiva. Siempre me ha admirado, a la vez que he sentido que escapa a mi comprensión, esa facilidad encestadora de algunos jugadores, esa precisión que raya con lo irreal, que es casi, casi, sobrehumana, que roza la perfección. Y siempre me he preguntado cómo puede ser posible esa perfección.
Es de suponer que ese amago de perfección se alcanza a base de técnica y de repetición. La técnica pone las bases para un desempeño excelente. Da gusto observar, si es posible a cámara lenta y desde sus espaldas, a los grandes tiradores cuando efectúan un lanzamiento lejano, cómo ejecutan el tiro, cómo colocan todo su cuerpo: las piernas en equilibrio, el brazo de tiro completamente extendido, la mano muerta con el dedo corazón apuntando al aro...y el balón que majestuosamente se dirige a su objetivo con una leve rotación en sentido inverso a las agujas del reloj. Uno ve esas imágenes y piensa de nuevo en la perfección, en que, tirando así, es imposible fallar.
A eso se añadiría la repetición, el entrenamiento intenso, la ejecución de centenares, miles, quién sabe si millones de veces, de ese mismo movimiento. Hasta que el tiro se automatiza, ya no se piensa, no se razona, pasa a formar parte de la naturaleza del jugador.
¿Qué nos enseña todo esto acerca de la perfección, en el deporte y en cualquier actividad humana? ¿Que la perfección se consigue, automatizando, mecanizando, eliminando el pensamiento creativo y sustituyéndolo por el reflejo, el pensamiento automático?
No. En otras ocasiones, este mismo José Manuel Calderón, el jugador del lanzamiento perfecto, cuando tenga que superar una fuerte defensa, cuando tenga que decidir qué jugada marcar a sus compañeros, cuando el partido se encuentre en una situación difícil, tendrá que echar mano de su talento creativo y decidir, adaptándose a la situación y circunstancias de cada momento, cuál es la mejor jugada, cuál es la mejor opción o cómo inventarse una asistencia imposible. Se ayudará de su técnica y reflejos, sí, pero primará en este caso la improvisación, la creatividad. La perfección no será, en este caso, fruto de la automatización sino, todo lo contrario, de la innovación y de la creatividad que sirvan para sorprender a los rivales.
Parece pues, que no existe receta para la perfección. Unas veces nos exigirá técnica, procedimientos, reflejos y otras, por el contrario, requerirá creatividad e inventiva. ¿Pero en qué grado una cosa u otra? ¿Qué proporción exacta de reflejos y de creatividad se requiere en cada caso? ¿Cómo alcanzar siempre la perfección? Imposible saberlo.
Es por eso que, seguramente, la perfección es inalcanzable, es una utopía. Pero quizá, por eso también, la vida, como el deporte, resulta tan interesante y tan divertida.
Mundo Azul
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Hace 3 meses
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