Hay dos momentos a lo largo del año que parecen propicios para la revisión más o menos en profundidad del desarollo de nuestras vidas o nuestras profesiones, del cumplimiento de nuestros objetivos vitales, profesionales o de cualquier otro orden. Un momento para revisión pero también y para marcar nuevas metas.
Uno de esos momentos es alrededor de las Navidades y con el inicio de un nuevo año natural. Y otro es éste en que nos encontramos, el final del verano y el comienzo de un nuevo 'curso'.
El problema, de sobra conocido, es que esos objetivos vitales muchas veces se quedan en meros deseos vagamente formulados y pocas veces convertidos en acción, unos objetivos/deseos que vuelven a nosotros una y otra vez con cada primero de año o cada Septiembre para luego ser apartados, relegados o, simplemente, olvidados.
En lo que a mi se refiere, y en lo relativo al curso que ha finalizado, he estado especialmente concienciado para que mis objetivos vitales fuesen tangibles, medibles, tuviesen un plan asociado y, finalmente, se convirtieran en realidad. Me marqué hace unos meses una serie de objetivos, la mayoría perfectamente medibles y verificables, y debo decir, no sin un puntito de orgullo que, aunque no en su totalidad, sí he cumplido la mayoría de las metas y, en aquellos casos en que no he cumplido el objetivo sí, al menos, he trabajado en él, y he avanzado hacia su consecución.
Así, por ejemplo, y sin entrar en otros objetivos que por ser más personales prefiero no mencionar, conseguí en Junio obtener la certificación PMP (Project Management Professional) o avancé mucho, sin alcanzarlo, pero sí quedándome muy cerca, en la reducción de peso y colesterol que me había propuesto.
No he conseguido todos los objetivos que me planteé y en otros hubiese querido avanzar más pero, en conjunto, me siento satisfecho. Si se quiere expresarlo así, creo que aprobé con buena nota el curso 2011-2012.
Tres creo que son los elementos genéricos que hacen falta para ser 'productivos' en la consecución de nuestros objetivos:
En primer lugar foco, es decir, seleccionar una serie de objetivos claros, coherentes y enfocarnos en esos, sin dispersar esfuerzos.
En segundo lugar, probablemente lo más importante, disciplina para perseverar en los esfuerzos, para dar todos los pasos necesarios y para mantener el esfuerzo en el tiempo.
Pero hay un tercer factor al que quizá se presta menos atención y que creo que puede ser muy importante, y es la metodología, es decir, la sistematización de las acciones y la medición de los avances. Cuando queremos alcanzar muchos objetivos y/o objetivos complejos o de esfuerzo sostenido, no conviene fiarnos a la voluntad. Conviene establecer una cierta metodología de seguimiento y revisión. En mi caso, he adoptado una versión, algo descremada eso sí, de la metodología GTD (Getting Things Done) de David Allen. Y me ha ido bastante bien, así que recomiendo su aplicación (puedes encontrar una presentación resumen de esta metodología en esta microteoría que he incluido en Mundo Azul y una reseña del libro que define la metodología en mi blog Blue Chip).
De todas formas, y por debajo de esos tres elementos hay algo definitivo y es el propio deseo, la ambición y la motivación para lograr los objetivos, incluso para marcárnoslos
¿Y ahora?
Pues ahora estoy en proceso de revisar los objetivos aún en curso, establecer unos nuevos y poner las bases metodológicas para su seguimiento.
El verano toca a su fin y se inicia un nuevo curso. Seamos ambiciosos.
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