Siempre he considerado que todas las ramas del saber, que todas las disciplinas, que todas las actividades, son interesantes, dignas, que nos enseñan algo, que merecen nuestra atención. Siempre me han gustado las visiones polifacéticas, abarcadoras, multidisciplinares. Pero ayer se me ocurrió enfocar el asunto desde otro punto de vista.
Acababa de dedicar unos breves minutos a la lectura de poesía. Apenas un intervalo de cinco o diez minutos antes de dirigirme al ejercicio de mis actividades profesionales. Cuando salí a la calle, sufrí el brusco cambio de contexto entre la situación anterior de elevación poética a la concentración en problemas prácticos de clientes, de dineros, de plazos, de técnicas.
Y por un momento se me ocurrió comparar ambos contextos, ambos intereses, y pensé que era un cambio abrupto entre las ensoñaciones y el mundo real, entre la belleza y lo práctico. Me di cuenta que ambas facetas eran muy mías y que ambas me interesaban y valían la pena. Pero consideré, por un momento, que mientras dedicaba mi mente a la poesía estaba en un mundo ficticio y que cuando pensaba en trabajo y en números estaba en el mundo real, que la vocación técnica, ingenieril o de gestión era una búsqueda de lo concreto, de lo cierto, de la verdad, de alguna manera.
Concluí que una vocación me llevaba a la búsqueda de la belleza y la otra a la búsqueda de la verdad.
Pero acto seguido recordé la frase de Alejandro Casona en 'La dama del alba' en que dice que la belleza es la otra forma de la verdad. Y entonces ya todo tuvo sentido y me quedé con la idea de que la vocación múltiple, la diversidad de intereses, la actividad polifacética, no es más que una búsqueda por todos los medios de la verdad.
Mundo Azul
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Hace 3 meses
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