El metropolitano es un curioso observatorio de las personas y de sus actitudes. Esta semana me fijé en un pequeño detalle. Los ferrocarriles del metropolitano que yo utilizo suelen tener una disposición de asientos organizados en grupos de cuatro. El espacio es escaso y cuando el vagón está muy lleno, y los asientos completos, las personas van muy, muy juntas.
Pues bien, estaba en un vagón bastante vacío, digamos que a una ocupación del 30% o 40%. Había poca gente de pie y muchos de los grupos de asientos tenían dos ocupantes, es decir, dos de los cuatro disponibles. Pues lo curioso era ver como, sistemáticamente, en todos los grupos de asientos, los pasajeros se sentaban justo en los dos asientos extremos, es decir, dejaban la máxima distancia posible con el ocupante con el que compartían el grupo de asientos.
Me dije que tal patrón de utilización de asientos no podía ser casual. Recordé alguna lección recibida acerca de la comunicación y de cómo cada persona necesita mantener una distancia respecto a su interlocutor para sentirse cómoda. Por lo que se ve, necesitamos marcar distancias no sólo con nuestros interlocutores, tambien con el resto nuestros compañeros de viaje en el metro. Probablemente necesitemos marcar distancias en casi todas las ocasiones.
Y lo que me pregunto ahora es si sólo necesitamos mantener distancias en lo físico. Si con frecuencia no marcamos también distancias en lo afectivo y espiritual.
Mundo Azul
Book trailer de "Sombra de mi sombra"
Hace 3 meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario